Uno de los problemas más graves generado en la pandemia es la expansión del comercio ilícito, que no solo afecta la economía de un país, sino la salud pública. Este problema comenzó con la pandemia que hizo del uso del cubrebocas y gel antibacterial un asunto de primera necesidad para todas las personas y, tanto la alta demanda como el desabasto, propiciaron el surgimiento del comercio ilícito de estos productos.
Al inicio de la pandemia, los gobiernos tomaron medidas extremas para proteger a la población del virus, una de estas fue el cierre de fronteras, lo cual complico aún más la situación de escasez de suministros, pues los países no se podían reabastecer. Esto dio paso a la entrada del crimen organizado, pues ofrecían a los consumidores productos falsificados y los daban por auténticos, debido a la desinformación y urgencia usaban, por ejemplo, cubrebocas que no tenía la eficacia requerida para hacer frente al covid-19.
Además de los precios elevados de cubrebocas, sanitizantes, productos para higiene personal y hogar que orillaban a la gente a recurrir a insumos “piratas”, se proporciona al consumidor una falsa sensación de seguridad. Un dato preocupante es que el 60% de los cubrebocas KN95 son piratas, esto de acuerdo con estadísticas de Centros de Control y Enfermedades (CDC) de Estados Unidos.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) ha mencionado que el comercio electrónico también es un factor que facilita el comercio ilícito y durante el confinamiento, tuvo un gran repunte. Una de las empresas que mayor éxito ha logrado en esta área es Amazon, empresa fuertemente criticada por esta situación, sin embargo, su finalidad no es acreditar estos vendedores porque en realidad busca dar mayor accesibilidad a la intermediación entre consumidores y vendedores, por ello no puede ser tan estricto o exigente conforme a los estándares de ciertos productos.