Tras más de una década de negociaciones, finalmente entró en vigor el 1 de enero de 2022 el RCEP (Regional Comprehensive Economic Partnership) o Asociación Económica Integral Regional, por su traducción al español. Se considera el mayor tratado de libre comercio del mundo porque lo integran 15 de las economías más fuertes en Asia y Oceanía, englobando a un tercio de la población mundial que concentra cerca del 30% del Producto Interno Bruto o poco más de 26 billones de dólares.
Una de sus características principales yace en el gran volumen e intercambio de comercio que se realiza entre los integrantes, mismo que asciende al 25% del total planetario, pues es una región con un crecimiento constante y representa mucho movimiento manufacturero para exportaciones e importaciones de diversas mercancías. El RCEP plantea como meta el incremento de 42 mil millones de dólares el intercambio comercial, teniendo como eje central la potencialización de China.
La participación de China ha sido criticada, ya que consideran que el tratado es solo una herramienta desigual que no permitirá el desarrollo de cada miembro en iguales circunstancias, siendo China el principal beneficiado. Además, no se toman en cuenta derechos ambientales y laborales dentro de sus principales finalidades. Estados Unidos, por el contrario, no forma parte del RCEP, pues se considera que está más enfocado en consolidarse como un bloque que pueda impulsar al máximo las capacidades chinas y hacer un contrapeso a la economía estadounidense.
Otros beneficios internos serán los referentes a la disminución de aranceles para productos manufacturados compuestos al menos en un 40% por partes pertenecientes a países integrantes del RCEP, protegiendo así las economías locales y fomentando el intercambio comercial regional. Una ventaja adicional será el dinamismo y agilidad que representen los acuerdos para facilitar el comercio exterior para cada país que, de funcionar según lo planeado, podrá concebirse como un modelo a seguir para otros bloques regionales.
El RCEP entró en vigor en un momento ideal, pues la mayoría de sus miembros están en un proceso de reconstrucción económica tras la crisis sanitaria y económica que continúa aquejando todos los rincones del planeta. Tras los cierres en puertos, aduanas, terminales; disminución de movimiento del transporte internacional y disminución del personal para prevenir contagios masivos, las capacidades de producción y estancamientos logísticos se vuelven un aspecto central que este tratado puede resolver o, por lo menos, aminorar el impacto.
Uno de los puntos más destacables también tiene que ver con la no participación de India, pues su economía podría haber coadyuvado a alcanzar los objetivos que persigue el acuerdo mucho más rápido, entendiéndolo como un bloque funcional por lo que aportan todas sus partes. No obstante, es entendible que India quedara fuera, pues con China de por medio, era perjudicial para la economía nacional india al no poder competir con los precios chinos dentro del mercado en el que ambos participarían.
Aunque hay muchos componentes que favorecen las competencias regionales, también se entiende que saldrán a relucir los desperfectos del tratado conforme se empiece a adherir más al desarrollo de cada país, principalmente porque no tiene mucho que ofrecer en términos de conocer la operación de compañías en economías ajenas a las asiáticas. Asimismo, un acuerdo de tal naturaleza tiende a desplazar a comunidades y organizaciones de campesinos y agricultores locales para dar preferencia a multinacionales que avasallen con producciones masivas para crear una ola económica importante, por lo cual se prevé que exista cierta resistencia en algunos polos para aceptarlo del todo.
Principalmente el ámbito de la agricultura y economía familiar se configura como el sustento de muchas comunidades y se han visto desplazados de sus territorios por empresas trasnacionales. Quienes han logrado permanecer en sus tierras eventualmente fracasan al no poder competir con los precios tan bajos de dichas empresas. Esto puede provocar deficiencias laborales y ambientales que, como se mencionó, no están contempladas en el RCEP.
Finalmente, será interesante analizar el comportamiento individual y en conjunto de los miembros RCEP, principalmente por las relaciones generadas con la Unión Europea y Norteamérica, no solo en términos de comercio, sino las tensiones sociales y políticas que podría provocar con el tiempo. El 2022 se vislumbra como un año importante por diversos escenarios para el comercio que pueden cambiar enormemente el curso del contexto actual.
Estudió la carrera de Relaciones Internacionales por parte de la Universidad Nacional Autónoma de México, con inclinación hacia el ámbito profesional de comercio exterior y logística, con un amplio interés en las ramas de agenciamiento de carga, innovación y tendencias en el comercio.